domingo, 16 de septiembre de 2012

Vishous, Lheage. En el Ático.




Esperaba pacientemente sentado en el sillón del salón del ático, el vaso de Goose estaba en mi mano, miraba el liquido transparente mezclarse con el hielo mientras lo movía al son de mis pensamientos. Había sido una noche tranquila, muy tranquila y exasperante para mis nervios, ni un puto lesser había asomado la cabeza de su madriguera por lo que la patrulla terminó antes de comenzar. No podía volver a la mansión, no así en ese estado de agitación. Puta mierda o dejaba salir lo que me comía por dentro de alguna forma o acabaría siendo una jodida bomba de relojería.

La hembra a la que había llamado estaba a punto de aparecer, miro el reloj de la pared, tan solo dos minutos, ella sabía que tenía que ser puntual o sino no volvería a llamarla nunca, de todas formas tampoco la volvería a llamar, una hembra cada vez, para cada sesión y luego un adiós acompañado de sangre, moratones y heridas. Pero ellas sabían muy bien a lo que venían y  lo que iban a recibir, nadie podía decir que no había consentimiento.



Echo mi cabeza hacia atrás y la muevo a un lado a otro, parece que resuena en todo el ático el ruido de mi cuello al estirarse y crujir por la tensión. Estoy vestido simplemente con mis pantalones de cuero sin ropa interior y mis botas. Mi torso desnudo cubierto de tatuajes y mi mano enguantada se podría decir que son los únicos complementos que me acompañan.

Una ráfaga de aire acompasa la llegada de la hembra, miro el reloj que marca justamente la hora indicada, buena chica. Se mantiene quieta en la terraza esperando, con su mirada fija en el suelo, podría hacerla esperar fuera una hora entera que no se movería ni pestañearía si quiera. Pero no, cuanto antes comience la sesión antes me sentiré más liberado.

Con mi mente hago que la puerta de la terraza se abra, ella levanta la vista y me mira para volver a bajar la mirada.

-Entra-

Le ordeno sin más. La hembra pone un pie delante del otro entrando en el ático y se estremece, huelo su excitación, probablemente esté húmeda y chorreante entre sus piernas, siempre acuden a mi así. Lleva un corpiño negro y una falda larga que cubre sus piernas del mismo color con alguna pedrería, sin duda, sabe que me gusta el negro y esos corpiños que realzan tanto el pecho. Me agrada que lleve el pelo recogido, eso facilita mucho las cosas. Me quedo evaluándola unos minutos, ella no se mueve y sigue con la vista fija en el suelo, expectante.

-Quítate la ropa, ya, toda-

-Si, mi leaghe-

-No vuelvas a hablar hasta que yo no te lo ordene-

Ella asiente y empieza quitándose los zapatos de tacón y dejándolos cuidadosamente a un lado. Baja la cremallera de la falda y deja caer esta al suelo. Yo observo todo desde mi posición sentada en el sillón, pego un sorbo a mi copa y me paso la lengua por los labios. La hembra lleva las medias hasta medio muslo sujetas con un ligero, muy sexy. Libera sus piernas de las medias despacio, con movimientos seductores. Es una provocadora, bien, disfrutaré mucho más doblegándola con dolor. Se deja puesta las braguitas negras de encaje y centra su atención en el corpiño, va desabrochando uno a uno los enganches hasta un poco más de la mitad.

-Para, acércate-

Se acerca a mi posición andando sin hacer ruido, mantiene su mirada fija en el suelo y se queda a medio metro de mi posición. Su cuerpo es voluptuoso, con buenas formas, sus pechos pugnan por ser liberados del corpiño, no lleva sujetador, me gusta. Sus braguitas dejan entrever su sexo entre los encajes.

-Más cerca-

Da unos pasos más y la tengo a mi alcance, tomo en mi mano una de mis dagas, ella se mantiene quieta pero no se me ha pasado por alto el respingo que da. Sonrío malvadamente.  Acerco la hoja cortante de mi daga a su corpiño y lo rajo haciendo que este caiga al suelo y revele las formas redondeadas de sus pechos con los pezones de punta excitados. Gruño satisfecho. Bajo mi daga hasta sus braguitas y repito la misma operación, se las corto haciendo que caigan al suelo. Tranquilamente pego el último sorbo de mi Goose y dejo el vaso en una mesa. Me pongo de pie a la altura de la hembra, cerca de ella. Toco con mi mano sus pechos pellizcando fuerte sus pezones y bajo por su torso, su cintura hasta llegar a su sexo. Ahí está esa humedad que había sentido nada más llegar, meto sin compasión un dedo en su interior, ella jadea, excitada echando la cabeza hacia atrás. Lo saco y me lo chupo, saboreando sus jugos, delicioso.

-Túmbate allí-

Señalo una camilla con cadenas, ella obediente se tumba en ella. Le abrocho las correas apretando fuerte sus muñecas y sus tobillos y la dejo inmovilizada. Mentalmente apago todas las luces del ático y enciendo las velas dispersas a nuestro alrededor. Cojo una de las mordazas colgadas en la pared y se la coloco a la hembra en la boca. Una bola de acero hace que tenga la boca abierta y le impida hablar.

Agarro una de las velas y me acerco a ella vertiendo parte de la cera en su abdomen, tira de sus cadenas pero su excitación va a más, lo huelo, lo siento. Mi polla aprieta en mis pantalones, luchando por liberarse, pero aún no… quemo su piel con la cera de la vela y mis ojos relucen con una maldad fría.

Agarro un látigo pequeño de finas cuerdas y golpeo su cuerpo haciendo que aparezcan verdugones en sus pechos, su abdomen, por sus muslos… ella jadea pero no puede gritar por la mordaza que oprime su boca pero sus ojos me miran llorosos y suplicantes por más. Sé que suena enfermo tal vez sádico pero me excita sobremanera tener a esa hembra a mi merced. Tiro el látigo a un lado oyendo como cae al suelo, me coloco en el extremo de la camilla, bajo la cremallera de mi bragueta y libero mi polla. La hembra sabe lo que vendrá a continuación, lo desea, me incita a ello al abrir sus piernas. Mis colmillos se alargan en mi boca pinchando mi labio inferior hasta hacerlo sangrar. Me coloco entre sus piernas, mantengo mis pantalones en su sitio, nadie me ve completamente desnudo.  Entro de una fuerte estocada en su interior la hembra palpita y un liquido cae por sus piernas, se acaba de correr tan solo con sentir mi miembro  dentro de ella.

Giro su cabeza bruscamente a un lado para encontrar su vena, mis colmillos se hunden bruscamente en ella, desgarrando su piel de manera cruel y trago su sangre que me sabe a gloria. Muevo mas fuerte mis caderas hundiéndome una y otra vez en su interior sin parar. Caen hilos de sangre de la hembra desde la herida de su cuello  bajando por los pechos y llegando al abdomen. Paro de beber y me dedico a lamerlos con ansia mientras me sigo clavando profundamente en ella. Se oye el ruido de mi pelvis chocar contra la suya y el tintineo de las cadenas al moverse probablemente lastimando la piel de la hembra allí donde la tienen amarrada.

Ella jadea en éxtasis al volverse a correr y cuando vuelvo a beber de la herida de su cuello me dejo llevar por el orgasmo que me sobreviene derramándome en su interior.

Miro a la hembra, está sudorosa, lastimada, con moratones y heridas y sangrando aún porque soy un maldito cabrón y no la cerré la herida del cuello después de beber, hago que me mire a los ojos y la induzco en un estado de inconsciencia. Me levanto de la camilla y agarro una toalla para secarme los restos de sudor, sangre y fluidos. Quito los amarres de su cuerpo, la máscara, recojo sus ropas en una bolsa y cubro su cuerpo con una toalla.

Mientras agarro mi móvil me enciendo un turco, el sabor del tabaco llena mi paladar y expulso el humo lentamente. Una voz contesta al otro lado.

-¿Si, señor?-

-Necesito que vengas al ático hay alguien a quien tienes que recoger y llevar a una dirección-

-Por supuesto, enseguida, señor-

Cuelgo el móvil, ese maldito doggen, Fritz, era muy leal. Miro a la hembra que duerme aún encima de la camilla, no habrá una segunda vez  y mañana se levantará en su cama tranquilamente como si nada, eso si, con heridas y moratones que tendrá que explicar a su querida familia.



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1 comentario:

  1. Un Vishous como muy pocos conocí. Haces vivir la escena al 100%. Gracias por tan deliciosa lectura. Un abrazo.

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