Esperaba pacientemente sentado en el sillón del salón del
ático, el vaso de Goose estaba en mi mano, miraba el liquido transparente
mezclarse con el hielo mientras lo movía al son de mis pensamientos. Había sido
una noche tranquila, muy tranquila y exasperante para mis nervios, ni un puto
lesser había asomado la cabeza de su madriguera por lo que la patrulla terminó
antes de comenzar. No podía volver a la mansión, no así en ese estado de
agitación. Puta mierda o dejaba salir lo que me comía por dentro de alguna
forma o acabaría siendo una jodida bomba de relojería.
La hembra a la que había llamado estaba a punto de aparecer,
miro el reloj de la pared, tan solo dos minutos, ella sabía que tenía que ser
puntual o sino no volvería a llamarla nunca, de todas formas tampoco la
volvería a llamar, una hembra cada vez, para cada sesión y luego un adiós
acompañado de sangre, moratones y heridas. Pero ellas sabían muy bien a lo que
venían y lo que iban a recibir, nadie
podía decir que no había consentimiento.
Echo mi cabeza hacia atrás y la muevo a un lado a otro,
parece que resuena en todo el ático el ruido de mi cuello al estirarse y crujir
por la tensión. Estoy vestido simplemente con mis pantalones de cuero sin ropa
interior y mis botas. Mi torso desnudo cubierto de tatuajes y mi mano
enguantada se podría decir que son los únicos complementos que me acompañan.
Una ráfaga de aire acompasa la llegada de la hembra, miro el
reloj que marca justamente la hora indicada, buena chica. Se mantiene quieta en
la terraza esperando, con su mirada fija en el suelo, podría hacerla esperar
fuera una hora entera que no se movería ni pestañearía si quiera. Pero no,
cuanto antes comience la sesión antes me sentiré más liberado.
Con mi mente hago que la puerta de la terraza se abra, ella
levanta la vista y me mira para volver a bajar la mirada.
-Entra-
Le ordeno sin más. La hembra pone un pie delante del otro entrando
en el ático y se estremece, huelo su excitación, probablemente esté húmeda y
chorreante entre sus piernas, siempre acuden a mi así. Lleva un corpiño negro y
una falda larga que cubre sus piernas del mismo color con alguna pedrería, sin
duda, sabe que me gusta el negro y esos corpiños que realzan tanto el pecho. Me
agrada que lleve el pelo recogido, eso facilita mucho las cosas. Me quedo
evaluándola unos minutos, ella no se mueve y sigue con la vista fija en el
suelo, expectante.
-Quítate la ropa, ya, toda-
-Si, mi leaghe-
-No vuelvas a hablar hasta que yo no te lo ordene-
Ella asiente y empieza quitándose los zapatos de tacón y
dejándolos cuidadosamente a un lado. Baja la cremallera de la falda y deja caer
esta al suelo. Yo observo todo desde mi posición sentada en el sillón, pego un
sorbo a mi copa y me paso la lengua por los labios. La hembra lleva las medias
hasta medio muslo sujetas con un ligero, muy sexy. Libera sus piernas de las
medias despacio, con movimientos seductores. Es una provocadora, bien,
disfrutaré mucho más doblegándola con dolor. Se deja puesta las braguitas
negras de encaje y centra su atención en el corpiño, va desabrochando uno a uno
los enganches hasta un poco más de la mitad.
-Para, acércate-
Se acerca a mi posición andando sin hacer ruido, mantiene su
mirada fija en el suelo y se queda a medio metro de mi posición. Su cuerpo es
voluptuoso, con buenas formas, sus pechos pugnan por ser liberados del corpiño,
no lleva sujetador, me gusta. Sus braguitas dejan entrever su sexo entre los
encajes.
-Más cerca-
Da unos pasos más y la tengo a mi alcance, tomo en mi mano
una de mis dagas, ella se mantiene quieta pero no se me ha pasado por alto el
respingo que da. Sonrío malvadamente.
Acerco la hoja cortante de mi daga a su corpiño y lo rajo haciendo que
este caiga al suelo y revele las formas redondeadas de sus pechos con los
pezones de punta excitados. Gruño satisfecho. Bajo mi daga hasta sus braguitas
y repito la misma operación, se las corto haciendo que caigan al suelo.
Tranquilamente pego el último sorbo de mi Goose y dejo el vaso en una mesa. Me
pongo de pie a la altura de la hembra, cerca de ella. Toco con mi mano sus
pechos pellizcando fuerte sus pezones y bajo por su torso, su cintura hasta
llegar a su sexo. Ahí está esa humedad que había sentido nada más llegar, meto
sin compasión un dedo en su interior, ella jadea, excitada echando la cabeza
hacia atrás. Lo saco y me lo chupo, saboreando sus jugos, delicioso.
-Túmbate allí-
Señalo una camilla con cadenas, ella obediente se tumba en
ella. Le abrocho las correas apretando fuerte sus muñecas y sus tobillos y la
dejo inmovilizada. Mentalmente apago todas las luces del ático y enciendo las
velas dispersas a nuestro alrededor. Cojo una de las mordazas colgadas en la
pared y se la coloco a la hembra en la boca. Una bola de acero hace que tenga
la boca abierta y le impida hablar.
Agarro una de las velas y me acerco a ella vertiendo parte
de la cera en su abdomen, tira de sus cadenas pero su excitación va a más, lo
huelo, lo siento. Mi polla aprieta en mis pantalones, luchando por liberarse,
pero aún no… quemo su piel con la cera de la vela y mis ojos relucen con una
maldad fría.
Agarro un látigo pequeño de finas cuerdas y golpeo su cuerpo
haciendo que aparezcan verdugones en sus pechos, su abdomen, por sus muslos…
ella jadea pero no puede gritar por la mordaza que oprime su boca pero sus ojos
me miran llorosos y suplicantes por más. Sé que suena enfermo tal vez sádico
pero me excita sobremanera tener a esa hembra a mi merced. Tiro el látigo a un
lado oyendo como cae al suelo, me coloco en el extremo de la camilla, bajo la
cremallera de mi bragueta y libero mi polla. La hembra sabe lo que vendrá a
continuación, lo desea, me incita a ello al abrir sus piernas. Mis colmillos se
alargan en mi boca pinchando mi labio inferior hasta hacerlo sangrar. Me coloco
entre sus piernas, mantengo mis pantalones en su sitio, nadie me ve
completamente desnudo. Entro de una
fuerte estocada en su interior la hembra palpita y un liquido cae por sus
piernas, se acaba de correr tan solo con sentir mi miembro dentro de ella.
Giro su cabeza bruscamente a un lado para encontrar su vena,
mis colmillos se hunden bruscamente en ella, desgarrando su piel de manera
cruel y trago su sangre que me sabe a gloria. Muevo mas fuerte mis caderas
hundiéndome una y otra vez en su interior sin parar. Caen hilos de sangre de la
hembra desde la herida de su cuello
bajando por los pechos y llegando al abdomen. Paro de beber y me dedico
a lamerlos con ansia mientras me sigo clavando profundamente en ella. Se oye el
ruido de mi pelvis chocar contra la suya y el tintineo de las cadenas al
moverse probablemente lastimando la piel de la hembra allí donde la tienen
amarrada.
Ella jadea en éxtasis al volverse a correr y cuando vuelvo a
beber de la herida de su cuello me dejo llevar por el orgasmo que me sobreviene
derramándome en su interior.
Miro a la hembra, está sudorosa, lastimada, con moratones y
heridas y sangrando aún porque soy un maldito cabrón y no la cerré la herida
del cuello después de beber, hago que me mire a los ojos y la induzco en un
estado de inconsciencia. Me levanto de la camilla y agarro una toalla para
secarme los restos de sudor, sangre y fluidos. Quito los amarres de su cuerpo,
la máscara, recojo sus ropas en una bolsa y cubro su cuerpo con una toalla.
Mientras agarro mi móvil me enciendo un turco, el sabor del
tabaco llena mi paladar y expulso el humo lentamente. Una voz contesta al otro
lado.
-¿Si, señor?-
-Necesito que vengas al ático hay alguien a quien tienes que
recoger y llevar a una dirección-
-Por supuesto, enseguida, señor-
Cuelgo el móvil, ese maldito doggen, Fritz, era muy leal.
Miro a la hembra que duerme aún encima de la camilla, no habrá una segunda
vez y mañana se levantará en su cama
tranquilamente como si nada, eso si, con heridas y moratones que tendrá que
explicar a su querida familia.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.
Un Vishous como muy pocos conocí. Haces vivir la escena al 100%. Gracias por tan deliciosa lectura. Un abrazo.
ResponderEliminar