Estos días me he esforzado por alimentar a mi hembra y cuidarla, hasta
que sus heridas al fin se han cerrado del todo y aunque en más de una vez, he
estado tentado a poseerla de mil maneras, me he mantenido calmado, privándome a
mi mismo de gozar de su cuerpo y concediéndole a ella todo lo que me ha pedido.
Tumbados en nuestra cama del ático, Payne descansa, apoyada sobre mi
pecho y sonrío mientras la miro.
Su expresión es serena y calmada, y su semblante está relajado, sin esa
arruga que siempre se marca en su entrecejo cuando esta despierta y siento que
mi pecho se hincha con orgullo.
MI HEMBRA. MIA.
Payne abre los ojos lentamente y sonrío, apartándole el pelo de la
cara.*
-Buenas noches, nalla.
*La beso con dulzura y aunque me cuesta horrores, me aparto de sus
labios, lamiendo los míos y sonrío entre divertido y perverso.*
-¿Sabes que hoy es el día que los humanos celebran como la Víspera de
Reyes? Se hacen regalos y yo, tengo una cosa para ti.
*Me estiro en la cama, hasta dejar medio cuerpo colgando y rebusco por
el suelo, la caja que he estado guardando para ella.*
-Feliz día de reyes, lewlhen.
*Digo volviendo a mi sitio y tendiéndole la caja, me acomodo de nuevo
sobre los almohadones y me muerdo el labio, esperando ansioso que abra su regalo.*